Casi todos los cristianos quieren
permanecer llenos del Espíritu Santo. Pero, pocos quieren ser llenados con
el Espíritu. ¿Pero, como un cristiano puede conocer la plenitud del Espíritu, si
aún no pasó por la experiencia de ser llenado con Él?
Es inútil decir o contar a alguien como
llenarse del Espíritu, si ese alguien aún no admitió que eso se puede dar.
Nadie espera una cosa o hecho de que no está convencido ser la voluntad de Dios
para su vida, o que no se encuadre en las promesas, hechas por las Escrituras.
Antes, pues, de haber cualquier valor a esta pregunta ¿Como puedo quedar lleno
del Espíritu? aquel que busca a Dios debe estar correcto de que es realmente posible
experimentarse el quedarse lleno del Espíritu. La persona que no tiene certeza
de eso no tiene base alguna para esperar que tal se dé. Donde no hay esperanza,
o expectación, o espera, no hay fe ninguna: y, donde no hay fe, la
investigación o búsqueda es cosa inútil, sin significado.
La doctrina del Espíritu, y de su relación
con el creyente en esta última mitad del siglo se quedó envuelta o toldada por
una nieve semejante aquella que encubre la montaña en tiempo tempestuoso.
En la verdad un mundo de confusión cercó y
ocultó esta verdad a los hijos de Dios se enseñaron doctrinas contrarias
extraídas de los mismos textos; fueron ellos avisados amenazados e intimidados hasta
al punto de que instintivamente se hurtaran de hacer la menor referencia a la
enseñanza bíblica sobre el Espíritu Santo. Y tal confusión no se dio por
accidente, no. El enemigo es quien hizo eso.
Satanás sabe muy bien que el cristianismo
sin Espíritu Santo es cosa tan mortífera como el modernismo, como la
herejía. Y todo él ha hecho y viene haciendo para impedir que entremos en la posesión
y gozo de nuestra verdadera herencia cristiana.
Cualquier iglesia sin el Espíritu está
desamparada y sin ayuda, como Israel se hallaría en el desierto, si de ellos se
alejara la nube de fuego. Espíritu Santo es nuestra nube durante el día, y nuestro
fuego durante la noche. Sin Él marcharemos por el desierto sin blanco, sin
meta. Y eso es exactamente lo que estamos haciendo en nuestros días. Nos
dividimos en grupos desparramados, cada cual caminando atrás de un débil fuego
o de una luciérnaga, pensando estar siguiendo el Shekina (el arca de la
presencia divina). Así, no se debe desear sólo que de nuevo se haga visible la
columna de fuego. Eso es ahora cosa imperativa.
La Iglesia sólo tendrá luz cuando esté
llena del Espíritu, y estará llena solamente cuando los miembros que la
componen sean llenados individualmente. Necesario es aún decir que nadie
se llenará mientras no se convence de que llenarse forma parte del plan total
de Dios para la redención; de que nada ahí es añadido, o extra, nada es
extraño, o excéntrico, pues que se trata de una apropiada operación espiritual,
hecha por Dios, basada en la obra expiatoria de Cristo, y de ella decurrente.
El ansioso inquiridor debe estar bien seguro de eso, a punto de estar engreído
de esa verdad. Necesita creer que todo eso es cosa normal y cierta. Necesita
creer también que Dios quiere que él sea ungido con una porción de óleo fresco,
en adición a todas las diez mil bendiciones que ya haya recibido de las
dadivosas manos divinas.
Hasta llegar a convencerse bien de eso,
recomiendo que separe tiempo para ayunar y orar y meditar en las Escrituras
Sagradas. La fe viene de la Palabra de Dios. No basta la sugerencia, la
14 exhortación o el efecto psicológico del testimonio de otros que ya hayan
sido llenados. Si la persona quedarse persuadida por las Escrituras, no forzará
de ahí el asunto ni se dejará arrastrar por la emoción con que los
manipuladores suelen representarlo. Dios es maravillosamente paciente y comprendedor,
y esperará el movimiento vago del corazón por atrapar toda la verdad. En ese
inter, el inquiridor debe estar tranquilo y confiado. En el tiempo correcto de
Dios lo conducirá en la travesía del Jordán. Basta que no afloje en la carrera,
ni se angustie, por querer avanzar muy deprisa. Muchos han actuado erradamente,
y con eso han arruinado la vida cristiana.
Después del individuo se convence de que
puede ser llenado con El Espíritu, debe desear esa bendición. Al inquiridor
interesado suelo hacer estas preguntas: ¿Usted está seguro de que quiere ser poseído
por un Espíritu que, siendo puro, gentil y sabio y amoroso, insistirá con usted
por ser el Señor de su vida? ¿Está seguro de querer
que su personalidad sea tomada por uno que exigirá obediencia a la
Palabra escrita? ¿Está dispuesto a no tolerar en su vida ninguno de los pecados
del ego: egocentrismo, indulgencia propia (la comodidad)? ¿Lo cual no le
permitirá pavonearse ni exhibirse? ¿El cual tomará de sus manos su vida y
reservará para Sí el soberano derecho de poner usted a prueba y disciplinarlo?
¿El cual lo privará de muchas de sus predilecciones que secretamente perjudican
su alma? Si usted no pudiera responder a estas preguntas con un sincero y
nítido Sí, es claro que usted no está queriendo ser llenado. Usted puede
estar queriendo emoción o la victoria, o el poder, pero no estará queriendo
realmente ser llenado con El Espíritu. Su deseo es tal vez poco más que una
débil voluntad y no es suficientemente puro para agradar Dios, lo cual exige
todo o nada. Y otra vez pregunto: ¿Usted está seguro de que precisa ser llenado
con El Espíritu? Cristianos, decenas de miles,
tanto laicos como predicadores y
misioneros, se esfuerzan por avanzar sin tener una clara experiencia de la
plenitud del Espíritu. Así, tal obra o esfuerzo sin el Espíritu sólo puede
acabar en tragedia el día de Cristo. ¿Y que cosa puedo decir de los cristianos
comunes o mediocres parecen estar olvidados.
Pero, a su respecto, lector amigo, que es
lo que está aconteciendo? Tal vez su inclinación doctrinaria esté llevándolo
usted a no admitir esta crisis de plenitud del Espíritu. Muy bien; verifique,
entonces, lo que esa inclinación le está trayendo. ¿Que es lo que su vida está
produciendo? Usted continúa a realizar la obra religiosa, predicando,
viendo, dirigiendo reuniones, pero, ¿cuál es la calidad de su trabajo? ¿Es
verdad que usted recibió el Espíritu cuando se convirtió. Pero, es verdad que,
sin una posterior unción, usted estará preparado para resistir a la tentación, obedecer a las Escrituras,
comprender la verdad, vivir victoriosamente, morir en paz y salir al encuentro
de Cristo sin constreñimiento el día de la venida de él?
Si, por otro lado, su alma suspira por Dios,
por el Dios vivo, y su corazón seco y vacío se desespera, y ansía tener una
vida cristiana normal sin una posterior unción, yo le pregunto: ¿Ese deseo suyo
es enteramente absorbente? ¿Es él la cosa más importante de su vida? Impera él
en todas las actividades religiosas comunes y tiene usted un vivo anhelo que
sólo puede ser descrito como la
angustia del deseo? Si su corazón dice Sí
a estas preguntas, usted puede hallarse en el camino correcto que lleva a una
revelación que transformará todo su vivir.
Es justamente en esa preparación para
recibir la unción del Espíritu que falla en la mayoría de los cristianos.
Probablemente nadie jamás se quedó lleno sin tener primero pasado por un
periodo de honda perturbación de alma y de inquietud interior. Y, cuando nos
vemos entrar en ese estado, la tentación es de que nos sintamos atemorizados,
en pánico, nos retraigamos. Satanás nos exhorta la no asustemos, pues si eso
logra, naufragaremos en la fe y deshonraremos al Señor que nos compró.
Por eso, Satanás no se interesa por
nuestra mejoría espiritual, y mucho menos por promover la causa de nuestro
Señor. El propósito de él es debilitarnos y dejarnos desarmados el día de la
batalla. Y millones de creyentes aceptan sus mentiras como se fuesen verdades
evangélicas, y vuelven hacia sus cavernas, como los profetas de Obadias, para
que pasen a vivir a pan y agua.
Antes de tener lugar la plenitud, debe
procesarse el vacío. Antes de que Dios nos llene con Su Persona urge que nos
vaciemos de nosotros mismos. Y es ese vacío que trae un penoso y hasta desesperación
del ego, del que se quejan muchas personas, justamente antes de pasar por esa
nueva y 15 radiante experiencia. Debe tener lugar, entonces, una total
devaluación del ego, la muerte de todas las
cosas de fuera de nosotros y de dentro de
nosotros, pues de lo contrario jamás se dará una real llenura del Espíritu
Santo.
El ídolo para mí sin par, más querido.
Sea él quien sea, cualquiera que haya
sido,
ayúdame a quebrarlo frente al trono Tuyo,
Y adorar sólo a Ti, Señor de la tierra y
cielo.
Tranquilamente cantamos algunas estrofas,
pero no a cantamos en el Espíritu de oración,
por que rechazamos abandonar y quebrar el ídolo del cuál ahí se habla. Echar
mano del último ídolo, el quebrarlo, significa que descendemos en un estado de
íntima solicitud que no puede ser satisfecho por ninguna reunión evangélica, ni
por ninguna comunión o compañerismo con otros cristianos. Por esta razón es que muchos cristianos se
juzgan seguros y prefieren una vida de comodidades. Ellos tienen algo de Dios,
no se niega, pero no lo tienen todo; y Dios tiene una parte de ellos pero no el
todo. Y así van ellos viviendo una vida de fácil, intentando esconder atrás de
fabricadas sonrisas, y de pequeños y animados coros, la triste escasez
espiritual de sus vidas.
Una cosa resalta con claridad cristalina:
no es nada loable la caminata del alma por la negra noche de dentro. El
sufrimiento y la soledad no hacen al hombre más querido a los ojos de Dios.
Nada podemos comprar de Dios. Todo nos
viene por medio de Su benignidad, en base a la sangre de Cristo redimido, y es
don gratuito sin cualesquier condiciones o restricciones. Lo que la agonía del alma
hace es arar la tierra sin cultura, y vaciar el vaso, y apartar el corazón de
los intereses mundanos y enfocar la atención en Dios.
Todo cuánto sucede antes es en el sentido
de preparar el alma para el divino acto de llenar. Y el llenar no es en sí una
cosa complicada. Mientras me esquivo de fórmulas que dictan procedimiento en el
sector espiritual, juzgo que la respuesta a la pregunta: “Como puedo quedarme
lleno del Espíritu” — debe ser expresa en cuatro palabras, todas ellas verbos
en la voz activa. Son:
(1) rendir, o renunciar;
(2) pedir;
(3) obedecer;
(4) creer.
Rendir: “Os ruego, pues, hermanos, por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable Dios, que es vuestro culto racional. Y no os conforméis con este siglo, sino transformaos por la renovación de vuestra mente, para que experimentéis cual sea la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios.” (Romanos 12:1-2.)
Rendir: “Os ruego, pues, hermanos, por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable Dios, que es vuestro culto racional. Y no os conforméis con este siglo, sino transformaos por la renovación de vuestra mente, para que experimentéis cual sea la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios.” (Romanos 12:1-2.)
Pedir: “Ora, si vosotros, que sois
malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, mientras más el Padre celestial
dará Espíritu Santo a aquellos que lo que pidan?” (Lucas 11:13.)
Obedecer: “Ora, nosotros somos testigos de estos hechos y bien así el Espíritu Santo, que Dios otorgo a los que le obedecen” (Hechos 5:32). Para recibir la unción del Espíritu es absolutamente indispensable una completa obediencia a la voluntad de Dios. Mientras esperamos delante de Dios. Debemos reverentemente examinar las Escrituras y atender la voz de la gentil quietud, para realizar aquello que el Padre celestial espera de nosotros.
Obedecer: “Ora, nosotros somos testigos de estos hechos y bien así el Espíritu Santo, que Dios otorgo a los que le obedecen” (Hechos 5:32). Para recibir la unción del Espíritu es absolutamente indispensable una completa obediencia a la voluntad de Dios. Mientras esperamos delante de Dios. Debemos reverentemente examinar las Escrituras y atender la voz de la gentil quietud, para realizar aquello que el Padre celestial espera de nosotros.
Entonces, confiando en que Él nos
capacitará, obedeceremos con lo mejor de nuestra habilidad y comprensión.
Creer: “Quiero sólo saber esto de vosotros: recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por la predicación de la fe?” (Gálatas 3:2.)
Creer: “Quiero sólo saber esto de vosotros: recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por la predicación de la fe?” (Gálatas 3:2.)
Sabiendo que la llenura del Espíritu se
recibe por la fe, y solamente por la fe, conviene que nos defendamos de esa
imitación de la fe que no pasa de un asentamiento mental a la verdad. Esa
imitación de la fe, o pseuda fe, ha sido la fuente
de grande confusión para multitudes de
almas inquiridoras. La verdadera fe invariablemente trae el testimonio.
¿Pero, que testimonio es ese? No es nada
físico, vocal ni psíquico. El Espíritu nunca pacta con la carne. El único
testimonio que Él da es de naturaleza subjetiva, sólo conocido por el propio
individuo. El Espíritu Se anuncia o Se presenta en el más profundo del espíritu
humano. La carne nada aprovecha, pero el corazón creyente conoce y sabe. Santo,
Santo, Santo. Ahora, una última cosa: ni en el Antiguo Testamento ni en
el Nuevo, ni en el testimonio cristiano, como lo hemos registrado en los
escritos de los santos, cuanto yo sepa, jamás algún 16 creyente se quedó lleno de Espíritu Santo
sin saber que eso se dio en su vida. Ni se quedó alguien lleno del Espíritu que
no supiera cuando eso se dio. Y Jamás alguien fue llenado gradualmente. Por detrás
de esos tres árboles muchas almas de corazón dividido han recogido esconderse
como Adán se ocultó de la presencia del Señor; pero tales cosas no bastaban
para que los escondan. El hombre que no sabe cuándo fue llenado con el Espíritu
realmente nunca lo fue (aunque sea posible olvidar la fecha). Y la persona que
espera ser llenada gradualmente nunca se llenará de cualquier manera.
En mi humilde opinión, creo que la
relación del Espíritu para con el creyente es el problema más vital que la
Iglesia enfrenta hoy. Las cuestiones suscitadas por el existencialismo
cristiano o por la nueva ortodoxia nada representan, cuando son comparadas con
este problema más que serio. El ecumenismo, las teorías escatológicas nada de
eso merece consideración, por lo menos en cuánto a que cada creyente no de
respuesta afirmativa a esta pregunta: “Recibisteis el Espíritu cuando
creísteis?”
Puede muy bien acontecer que, una vez
llenos con el Espíritu, sentiremos, con sumo regocijo, que esa plenitud del
Espíritu resolvió para nosotros todos los demás problemas.
EL CAMINO DEL PODER ESPIRITUAL
Nosotros, los cristianos, hacemos
extravagantes discusiones sobre nosotros mismos como creyentes en Cristo, pero
nuestras experiencias religiosas son muy diferentes. Es grande la contradicción
entre nuestras vidas y nuestras creencias doctrinales. Muchos cristianos se
juzgan seguros y prefieren una vida de comodidades. Ellos tienen algo de Dios,
no hay que negar, pero no tienen todo. Y Dios tiene parte de ellos, pero no
todo. Y así van ellos viviendo una vida normal, intentando esconder atrás de
sonrisas forzadas la triste escasez espiritual de sus vidas.
En los últimos tiempos viene surgiendo en
el corazón de un número cada vez mayor de creyentes, una nueva aspiración.
Ellos buscan una experiencia espiritual para que la presencia de Dios se haga
más destacada. Desean conocer la verdad sobre el poder del Espíritu Santo en
sus vidas, y experimentar lo que Dios ha preparado para ellos dentro del
contexto de la saludable fe neo testamentaria. Esta relación del Espíritu
con los creyentes es el problema vital que la iglesia enfrenta hoy. Para
esas personas que están buscando el poder de Dios en su vida, es que este libro
fue escrito.
W.A. TOZER
4 comentarios:
excelente artículo. Gracias por compartir este artículo de Tozer.
El espíritu santo es, aunque la biblia no lo aclara, y más bien mantiene una incógnita alrededor de su persona, es simplemente el hermano del Dios supremo, Jehová. Misterio develado.
El espíritu santo es, aunque la biblia no lo aclara, y más bien mantiene una incógnita alrededor de su persona, es simplemente el hermano del Dios supremo, Jehová. Misterio develado.
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